Uno de los
lugares comunes de los discursos políticos es la reducción de la dependencia de
la economía nacional respecto del petróleo; no obstante, luego de 8 años de
ejercicio del actual gobierno, la participación de ese producto en el total de exportaciones
ecuatorianas apenas ha disminuido del 54% al 51%, y ni siquiera de ese
insignificante 3% pueden ufanarse, pues el mismo se debe exclusivamente a la
reducción de precios del hidrocarburo ocurrida en el segundo semestre del 2014.
Y es que sin duda es más fácil sentarse a recibir recursos y repartirlos, con
la consiguiente compra de lealtades, antes que optar por el camino más complejo
y de menos réditos políticos de generar las condiciones para que el país se
desarrolle verdaderamente.
Por ello, si los
precios o la producción de petróleo podrían subir permanentemente, el país
estaría condenado a vivir la eternidad en ese facilismo subdesarrollista, pero
ello no es posible y, como siempre los “ortodoxos, conservadores y prudentes”
lo dijeron, vino la inevitable caída de precios para la que había que
prepararse, y ella encontró al país sin fondos de estabilización y con cifras
de producción hidrocarburífera muy inferiores a las que se habrían logrado si
se observaba una política responsable en el sector.
El hecho
concreto es que la caída de precios se dio y a ella ahora se le echan todas las
culpas: por la caída del precio tuvimos que quitar el aporte del 40% a las
jubilaciones del IESS (no por haber subido irresponsablemente el gasto
administrativo ni por haber incrementado las prestaciones sin contrapartida),
por esa caída tuvimos que imponer salvaguardias (no por mantener un gasto
público insostenible que ocasiona grandes déficits de balanza de pagos que no
encuentran financiamiento), por culpa de la caída del precio tuvimos que llevarnos
las utilidades que recibían los trabajadores (no porque ya no encuentran qué más
impuestos imponernos para sostener la fiesta de los gastos en plena crisis).
Quién sabe si hasta la agresión a un niño en media calle se deba a las
preocupaciones que genera la famosa caída del precio.
¿Cuánto nos
habría afectado el precio del petróleo si los ingresos extraordinarios
recibidos en todo este período se habrían utilizado para fortalecer
efectivamente la economía, para generar empleo, producción y exportaciones?
La respuesta a
esta interrogante es difícil de cuantificar, pero intuitivamente todos podemos imaginar
cual sería nuestra perspectiva del futuro personal y familiar si la economía del
país no estaría expuesta en tan alto grado a los vaivenes del mercado
petrolero. Seguro que podemos suponer cómo serían las cosas si en lugar de este
modelo político/económico (que se ha basado en quitar el dinero a quien lo
produce para destinarlo al gasto improductivo y generador de corrupción) se
habría facilitado a los emprendedores instalar nuevos negocios, a los
inversionistas ampliar sus inversiones y si a todos se nos habría hecho más
fácil exportar amparados en acuerdos de libre comercio, generando de esa manera
empleo y riqueza.
Entonces, es
evidente que la culpa no es del precio del petróleo solamente, sino que el
modelo es equivocado (como también los “ortodoxos, conservadores y prudentes” lo
advirtieron), pues aún en pleno apogeo de los precios altos ya se evidenciaron
inequívocos síntomas de fracaso, como por ejemplo:
- De los cuatro países dolarizados en América (Estados Unidos, El Salvador, Panamá y el Ecuador) la inflación de 2014 en el nuestro cuadruplica la de los restantes tres
- Este crecimiento de la inflación en el Ecuador hace que se incentiven las importaciones y se desincentiven las exportaciones, por la variación negativa del índice de tipo de cambio efectivo real.
- Aún en los momentos de mejor precio del petróleo, dejó ya de caer el nivel de pobreza urbana en el país. Luego de bajar del 25% en el año 2008 al 15% a mediados de 2012, el 2014 cerramos con el 16,4% y con tendencia ascendente.
- En cuanto se refiere a la distribución del ingreso, que constituye uno de los pilares políticos actualmente, el índice de GINI que la mide disminuyó de 0,552 en el año 2007 a 0,44 a finales de 2011, para luego tomar una tendencia creciente y cerrar el 2014 en 0,458 (mientras más bajo es este coeficiente menos concentrado se encuentra el ingreso).
- Desde finales de 2012 la cantidad de monedas y billetes en poder de los ecuatorianos (especies monetarias en circulación) viene creciendo más que los depósitos en cuentas corrientes y de ahorro, lo que denota la incertidumbre del público respecto de lo que podría suceder con los recursos depositados.
- La tasa de crecimiento de las captaciones de recursos por parte del sistema financiero viene desacelerándose gradualmente desde el año 2010 (25%) hasta cerrar 2014 con el 10% anual. Algo similar ocurre con el crédito.
En conclusión,
no es cierto que la caída del precio del petróleo tiene la culpa de todos nuestros
males, ni es cierto que nuestros males empezaron con la caída del
precio del petróleo.