lunes, 9 de enero de 2017

¿Dolarizados y con problemas cambiarios?

¿Es posible que un país formalmente dolarizado, como el Ecuador, enfrente problemas de sobrevaloración o subvaloración de su moneda de curso legal? Esta es una pregunta que quizás no nos hemos planteado; no obstante, la respuesta es definitivamente afirmativa y, me parece, va siendo momento que nos preguntemos no solamente ello, sino también cuáles son las alternativas de solución a un problema de este tipo en medio de la dolarización; y, si como sociedad estamos dispuestos a aceptar los costos de esa solución con tal de permanecer dolarizados.
En los siguientes gráficos puede apreciarse la evolución del índice de tipo de cambio bilateral real [1] a partir de enero de 2000 y hasta noviembre de 2016, con cuatro de los países que tienen mayor comercio con el Ecuador, en base a las cifras publicadas en el boletín de Información Estadística Mensual del Banco Central del Ecuador (BCE). En el caso del Brasil existen las cifras correspondientes únicamente a partir de 2005:


ÍNDICE DE TIPO DE CAMBIO BILATERAL REAL DE CADA PAÍS CON EL ECUADOR



Se aprecia, en primer lugar, en el caso de los países con los cuales hay información desde el año 2000, que al iniciar el período de dolarización formal, la recientemente adoptada moneda de curso legal se encontraba fuertemente depreciada, como producto de la sobredevaluación implícita en el tipo de cambio establecido para la conversión de sucres por dólares (S/. 25.000 = US $ 1), lo que generó un fuerte beneficio para las exportaciones y un desestímulo para las importaciones. Ello, si bien retrasó la reducción de la inflación en el país, permitió que el aparato productivo nacional se acople a la nueva realidad monetaria sin que se genere desempleo, produciendo más bien el efecto contrario; y, aún más, pudieron superarse sin sobresaltos los efectos de la apertura comercial, al salir de un período de evidente represión de importaciones, evidenciado en el superávit de balanza comercial logrado en 1999, que alcanzó a US$ 1.665,2 millones.
Luego, vino un período de acople de la economía nacional a la nueva situación monetaria, que se podría decir duró hasta mediados de 2003; en éste fue desapareciendo gradualmente la ventaja cambiaria hasta estabilizarse en torno a 100 la relación con los Estados Unidos de América, situación en la que permaneció hasta el año 2010.
En la relación del tipo de cambio bilateral real con Colombia, se aprecia mucha volatilidad en función de los cambios importantes en la cotización del peso colombiano, lo que no ocurre con Perú que observa relativa estabilidad cambiaria en el período.
A partir de 2011 y más claramente desde 2013, la tendencia es totalmente consistente en todos los casos: se produce una apreciación real del dólar que usamos en el país, la cual es muy profunda principalmente con respecto a Colombia y Brasil.
A noviembre de 2016 el índice del tipo de cambio bilateral real con Colombia alcanzó a 66,95, lo que quiere decir que en promedio un producto que en el Ecuador cuesta US$ 100,00, en Colombia costaría US$ 66,95, ocasionando una fuerte barrera cambiaria para exportar a ese país y facilidades para importar de él. Con Brasil este índice a la fecha indicada llegó a 71,63, con Estados Unidos de Norteamérica a 80,00 y con Perú a 86,13, lo que pone de manifiesto las dificultades cambiarias que enfrenta el comercio exterior ecuatoriano.
En buena medida el comportamiento reseñado ocurrido en los últimos años obedeció al fortalecimiento del dólar en los mercados internacionales, de allí que las autoridades del país manifiestan repetidamente que la evolución de la cotización del dólar ha sido uno de los elementos que más ha afectado a la economía nacional, lo cual podría ser cierto si no habría sido precedida de un largo período de debilitamiento frente a las otras monedas y commodities, en el cual debieron implementarse las medidas requeridas para que el Ecuador gane competitividad y con ello se encuentre preparado para enfrentar el predecible período de apreciación.
Por el contrario, a través de decisiones de política pública se incrementaron los costos de producción en el país por encima del crecimiento de la productividad, hasta traernos a la situación actual, por ejemplo a través del deterioro del nivel de riesgo país y su incidencia en el costo del financiamiento, el incremento de la carga impositiva,  de  costos de los insumos importados (salvaguardas) y de la mano de obra.
La evolución reseñada no es común al resto de países dolarizados. Por ejemplo, mientras que entre el año 2000 y el 2016 el índice de tipo de cambio bilateral real del Ecuador con Estados Unidos de América varió de 220,5 a 80,0, en El Salvador en el mismo período la variación que se produjo fue mucho menor, al oscilar entre 99,44 y 92,84, como se aprecia en el siguiente gráfico. Ello denota que durante el indicado lapso de tiempo, con un manejo económico distinto se pudo lograr una pérdida de competitividad sustancialmente menor a la ocurrida en nuestro país e inclusive se habrían podido alcanzar mejoras en el índice en los últimos cinco años.
Evidentemente en la circunstancia por la que está atravesando el Ecuador,  la solución no es incrementar más los costos de producción, conforme ofrece alguno de los candidatos que está terciando para las elecciones presidenciales, pues ello solo generará más desempleo y problemas de balanza de pagos.
Pero la intención de este análisis no es política, sino que se circunscribe al ámbito económico, en el que pretendo poner en el centro de la discusión al tema de la falta de competitividad. El fundamento para ello se encuentra en que mientras no se solucione el problema de la falta de competitividad de la producción ecuatoriana, no es probable que llegue inversión, extranjera o nacional, para instalar industrias o producciones agrícolas, no será posible desarmar la protección arancelaria y pararancelaria construida en los últimos años y, finalmente, no será posible atraer turismo en la escala que necesita el país para generar empleo.
Esta falta de competitividad mantendrá elevado y con tendencia creciente el desempleo y subempleo, mantendrá elevado el índice de precios en el país y mantendrá baja la demanda agregada.
Pero entonces ¿qué se puede hacer al respecto? La respuesta es evidente, hay que bajar los costos de producción, hay que desinflar los precios en general y con ello mejorar la competitividad, volver a la real situación de nuestra economía y no vivir en medio de espejismos.
Decirlo es muy fácil pero implementarlo ya no lo es. Los costos de producción no se desinflan por arte de magia; por el contrario, tienen serios efectos para toda la población; pues, por ejemplo, hay que pensar en poner en marcha un muy serio programa de flexibilización laboral como alternativa al desempleo, reducir costos que afecten a todos o la mayoría de los procesos productivos, como puede ser los relacionados con la energía eléctrica, con el consiguiente efecto fiscal, disminuir impuestos, con efectos similares, etc.
En un país con moneda propia la recomendación de consenso sería devaluar, pero sabiendo que eso no está al alcance, hay que pensar en alternativas viables, que protejan el interés generalizado de la población del país de mantener al dólar como moneda de curso legal. Ese es el reto para los economistas y hacedores de política económica, actuales y potenciales.
Tomando en cuenta que estamos a puertas de una elección presidencial, convendría conocer si los candidatos y sus equipos económicos valoran adecuadamente esta problemática y tienen alternativas válidas de solución.



[1] El índice de tipo de cambio bilateral real es definido por el Banco Central del Ecuador (https://www.bce.fin.ec/index.php/component/k2/item/776 p. 105) como la relación entre los índices de tipo de cambio nominal de Ecuador y del país con el cual comercializa el Ecuador, deflactado por el índice de precios doméstico y ajustado por el índice de precios del socio comercial extranjero.
Un aumento del índice significa depreciación real, mientras que una disminución muestra una apreciación
real.